Historia Medieval

Una época, tres papados. El Cisma de Occidente

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Desde Clemente V (1309) a Gregorio XI (1377) transcurre un periodo en el que los papas residen en Aviñón. Este traslado tenía un carácter provisional, motivado por la situación de inseguridad y caos en que se encontraba Roma, inmersa en luchas políticas, y para así aprovechar también la cercanía con Vienne, donde en 1311 tendría lugar un Concilio ya convocado. Lo que en principio tuvo carácter provisional, se prolongó de forma permanente hasta 1377.

La residencia papal en Aviñón permitió, lejos de las turbulencias romanas, un amplio margen de maniobra a la hora de dotarse de un aparato administrativo de gran eficacia, aunque eso sí, el papado experimentó un indudable afrancesamiento, producto del medio en el que se desenvolvió. Se irá gestando así el Pontificado del Renacimiento.

En 1377, Gregorio XI vuelve a instalar en Roma la sede papal. Sin embargo al año siguiente, cuando se produce su muerte, tiene lugar una doble elección: por un lado, la mayor parte de los cardenales se inclinaron por Bartolomeo Prignano, quien tomará el nombre de Urbano VI. Por otro, una facción del Colegio cardenalicio (alegando irregularidades en los procedimientos) eligió a otro pontífice, Roberto de Ginebra, el cual más tarde será Clemente VII. Urbano VI residía en Roma, Clemente VII en Aviñón. Se origina el Cisma de Occidente, una misma época, dos papados simultáneos.

La Cristiandad occidental se escindió en dos campos: Francia se puso a la cabeza de los «aviñonistas» e Inglaterra de los «urbanistas». Razones de orden político hicieron bascular a los distintos monarcas hacia uno u otro campo. Ante este hecho, surgieron cuatro vías para la liquidación del Cisma. La Universidad de París tendría en este asunto un papel importante:

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