El Cid en el Levante. El camino hacia Valencia

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Famosa es la vida de Rodrigo Díaz de Vivar, de sobrenombre Cid Campeador y notorias sus hazañas en el campo de batalla, tanto bajo mando cristiano como árabe. Pero si hay un capítulo que se ha tornado célebre, obviando hechos actualmente superados como la Jura de Santa Gadea o su victoria postmortem, fue su sufrida conquista de Valencia.

A lo largo de su carrera militar, el de Vivar se caracterizó por ser un eficiente señor de la guerra, presentando una gran maestría para la táctica militar y una especial capacidad para salir invicto en el campo de batalla. Luchó con gran éxito tanto bajo estandartes cristianos como musulmanes y se vio envuelto en una infinidad de choques bélicos, pues, a fin de cuentas, se trató de un personaje transfronterizo, que vivió a caballo entre las ambas sociedades. Pero no habría objetivo que le obsesionara más como su último gran triunfo militar, la conquista de Valencia, que, sin duda alguna, acabaría siendo el éxito más grande de toda su trayectoria militar.

Obviamente la toma de la ciudad del Turia vino precedida de una sucesión de hechos que, finalmente, desembocaron en su conquista. Después de su segundo destierro Rodrigo Díaz se encontró nuevamente sin lugar al que regresar, pues, además, en esta ocasión fue desposeído de todos sus bienes y propiedades. Este sería el momento de establecer un nuevo objetivo: la conquista de Valencia. Pero, para ello, primero debería afianzar su potestad en la zona levantina.

La consolidación del Levante

Con la misión encomendada de Alfonso VI de proteger al señor de Valencia, al-Qadir, el Cid Campeador llegó a las tierras del Levante en el año 1087, donde, al poco de establecer contacto con la zona, el de Vivar comenzó a actuar como un verdadero señor de la guerra, lanzando incursiones y cobrando tributos a los diferentes señores de la zona. Esto daría lugar a un Cid cada vez más asentado en la zona y, por ende, cada vez más respetado por el resto de poderes del Levante.

Este control sobre la zona levantina sería vital tras su segundo destierro, acaecido en 1088 tras el ataque almorávide a Aledo, pues sería hacía allí donde pondría rumbo con el objetivo de asentando, ya de facto, su señorío virtual. Y es que, desde el año 1088, el Cid se dedicó, libre ya de cualquier lazo feudovasallático, a establecer bases para sus actuaciones militares y a crear almacenes para sus víveres y excedentes. De esta manera, no solo afianzaba su dominio sobre el levante, sino que se aseguraba capacidad de respuesta ante el futuro ataque de sus adversarios, tanto musulmanes como cristianos. Y es que estos no tardarían en llegar.

Efectivamente, tras haber obtenido plazas que acabarían siendo imprescindibles, como Juballa, haber reducido de manera definitiva a enemigos acérrimos como Ramón Berenguer II en la batalla de Tévar y someter a tributo a varios señores del área levantina, en el año 1092 tendrían lugar dos sucesos que marcarían la hoja de ruta definitiva del Cid Campeador: el ataque a Valencia por parte de Alfonso VI y la entrada en la ciudad valenciana de una expedición almorávide.

Almorávides y Alfonso VI. El Cid ve peligrar su dominio

En la primavera del año 1092, viendo los derroteros que estaba tomando la expansión almorávide y, sobre todo, las pretensiones a las que estaba optando el Campeador, Alfonso VI, junto a una coalición de aragoneses, catalanes, pisanos y genoveses, decidió poner rumbo hacia la ciudad del Turia. Catalanes, aragoneses y las propias tropas del imperator totius hispaniae asediarían Valencia. Las flotas de Pisa y Génova bloquearían marítimamente la ciudad.

Jura de Santa Gadea, lienzo de Marcos Hiráldez Acosta, 1864. Este cuadro presenta uno de los acontecimientos más famosos de la vida de Rodrigo Díaz de Vivar, hecho, que en realidad, nunca existió. Fuente

Pese al mazazo inicial que supuso este hecho para el Cid, se le presentó la oportunidad de alejar de manera definitiva a Alfonso VI de las tierras levantinas. Así pues, emprendió el viaje hacia tierras riojanas, donde atacó con total fiereza y desproporción los dominios de su acérrimo enemigo García Ordóñez. Ante esta noticia y sumando, probablemente, la falta de suministros, Alfonso VI debió emprender el camino de regreso hacia sus dominios para poder asistir a su vasallo. De esta manera el ataque castellano sobre la ciudad valenciana había fracasado.

No obstante, a su regreso a Valencia, hubo de hacer frente a un nuevo problema, la toma de la ciudad por los almorávides. En efecto, en ausencia del Cid, un grupo de insurgentes, encabezados por Ibn Yahhaf, aprovechó para apartar del poder a al-Qadir, rey de Valencia y, a la postre, subyugado al de Vivar, y dejar así paso libre a un grupo de almorávides comandados por Ibn Nassar, quienes entraron en la ciudad. Esto significó no solo la pérdida de influencia cidiana en Valencia, pues se quedaba sin representación en la ciudad, sino que el Cid Campeador perdía así el sistema de parias establecido sobre Valencia y sus provisiones guardadas en los almacenes de la ciudad. Rodrigo veía peligrar su posición en la zona del levante.

El Cid se recompone. Allanando la conquista de Valencia

A Rodrigo Díaz de Vivar le tocaba mover ficha de nuevo si quería seguir en la pugna por el control de la ciudad del Turia. Así pues, en un esfuerzo por reconstituir una zona de operaciones, se encontró pactando con el rey de la taifa de Albarracín, Abd al-Malik. El Cid obtenía con este pacto una base de operaciones, desde la cual comerciar y reponer los suministros perdidos en Valencia. Este pacto fue crucial para el de Vivar, pues, a partir de entonces, se dedicó a intensificar los ataques en torno a Valencia, primero como método de obtener recursos y segundo, pero no menos importante, para aislar a la ciudad de cualquier castillo, arrabal o foco desde los que Valencia pudiese recibir cualquier tipo de ayuda.

Restos del castillo de Juballa, fotaleza clave en la expansión cidiana en la toma de Valencia. Fuente

En la primera mitad del año 1093 el Cid Campeador dio otro golpe de efecto en su intento de consolidar su señorío de la zona levantina. Como decimos, en los primeros compases de este año, Rodrigo Díaz de Vivar se hizo con la potestad de la fortaleza de Juballa, la cual había estado bajo asedio por los hombres del Cid, en un intento de aislar cada vez más Valencia. Desde ese mismo momento, Juballa se convirtió en la principal base de operaciones del Cid en la conquista de Valencia. Esto se constata en el impulso que le dio Rodrigo Díaz al lugar, pues acabaría transformando el lugar en un próspero núcleo urbano, puesto que:

«construyó y pobló una ciudad y la rodeó y protegió con fortificaciones y torres muy fuertes; para poblarla vinieron muchos de las ciudades de alrededor y se establecieron en ella».

Porrinas González, David, (2019): El Cid. Historia y mito de un señor de la guerra, Madrid, Desperta Ferro Ediciones, p. 214

Rodrigo Díaz de Vivar había logrado hacerse, ya no de manera virtual, sino de facto con todos los puntos estratégicos que circundaban a Valencia. Quedaba así despejado hacia la toma de la ciudad, hecho que, no obstante, aún se alargaría un poco más en el tiempo. Pero esto, lo dejaremos para otra ocasión…

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Bibliografía

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